viernes, 9 de septiembre de 2011

Fibromialgia, mi fiel compañera (I)



Nos alegramos mucho de dar la bienvenida como colaboradora de este blog a Encarnita Sarria Moya, diagnosticada de fibromialgia. En su primera intervención en este espacio ha querido compartir con todos nosotros y nosotras su experiencia con esta enfermedad -"su fiel compañera"- de la que seguro podemos aprender muchísimo. En el primer post dedicado a su experiencia con la fibromialgia, Encarnita nos relata cómo empezó todo, acercándonos un poco más a lo que sienten las personas que padecen esta enfermedad antes de ser diagnosticadas.

¡Gracias Encarnita!



Fibromialgia, mi fiel compañera

Hoy se me ofrece la oportunidad de compartir con todos el peregrinaje que nos ha tocado. Son muchos los años que llevamos caminando sin ruta fija, buscando respuestas que no llegan. Un largo y duro camino que, sin saber por qué, tuvimos que emprender un día.

Me gustaría ser capaz de transmitir cómo ha sido y es nuestra vida desde que fuimos diagnosticadas de Fibromialgia. Voy a contarles mi propia experiencia, siendo a la vez un reflejo de otras personas que la padecen.

Fui una adolescente activa, luchadora, emprendedora, capaz de superar momentos difíciles, con grandes metas, con ganas de vivir la vida. Estuve años haciendo deporte de competición -atletismo y balonmano-, baliando en un grupo de folklore durante 8 años, estudiando y trabajando a la vez, además de otras mil actividades sociales y culturales. Después de conocer a muchas personas afectadas de fibromialgia y compartir nuestras vivencias, he visto que cada quién ha vivido experiencias similares, siendo capaces de llenar nuestra vidas. Hoy nos sentimos limitadas.

Un día todo cambió. Bebí agua de un manantial contaminado y a los pocos días comencé con diarreas, vómitos, dolores intensos de estómago, fiebre, etc. Me diagnosticaron de apendicitis y me operaron. La sorpresa fue que, tras la operación, me comunican que lo que realmente padecía era Tifus acompañado de múltiples complicaciones como: miocarditis, diafragma bloqueado, leucocitosis... Estuve 14 meses en reposo absoluto, con pérdida de hasta 23 kilos de peso, aceptando que me moría, porque así lo sentía.

Nunca más me volví a sentir bien. Comenzaron lo dolores, el cansancio agotador y continuo, el no dormir nada, el tener que dejar todo aquello que para mi era vital por falta de energías. Un día eran dolores articulares localizados en muñecas hasta el extremo de no aguantar un teléfono o una taza de café, más adelante eran dolores de espalda insoportables que me impedían realizar bien mi trabajo o estar un rato de una misma postura. Llegaron los dolores de rodillas, caderas y la opresión en el pecho con taquicardias, aparecieron las diarreas continuas, incluso llegó un momento en que no podía sentarme por el continuo dolor de glúteos. Los espasmos musculares eran y son constantes, además de los calambres, el hormigueo, el dolor de mandíbula. Una cadena de síntomas que, sin entender a qué se debían, iban llevándome al desencanto por tener que renunciar a cuanto había sido importante para mí.

Y aún así siempre he seguido luchando, es un reto cada día.

Por: Encarnita Sarría Moya.

2 comentarios:

  1. Bienvenida, y encantada de conocerte y saber de ti. Un gran abrazo!

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  2. Gracias Encarnita, lo que escribes es el camino que yo estoy empezando a recorrer y me identifico en lo bueno y en lo malo. Estoy de pruebas porque, después de mucho tiempo de "me duele esto o lo otro", ha sido un neurólogo el que ha visto lo que tenía y lo entiende y me apoya.
    Gracias, te seguiré leyendo.
    Un abrazo.

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